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El bipartidismo ante las elecciones: ¡van con todo, por las buenas o por las malas!

El bipartidismo ante las elecciones: ¡van con todo, por las buenas o por las malas!

(Por Leticia Salomón) ¡Ah el bipartidismo…! Van con todo y con todos, ha echado mano a todos los recursos que han manejado con éxito en el pasado inmediato y aun así no terminan de lograr su objetivo de impedir, a como dé lugar, que LIBRE gane las elecciones generales de 2025. Han pasado del intento fallido de agitar a sus incondicionales dentro de las Fuerzas Armadas, a la manipulación mediática a través de las grandes corporaciones de radio y televisión, la agitación desesperada de las creencias religiosas, la manipulación de la fe a través de los pastores incondicionales de JOH, la ideologización de la vida cotidiana, la peligrosa cercanía a la Embajada de Estados Unidos y a más de un obcecado congresista de ese país, hasta concentrarse en lo que son expertos y en lo que se han ido perfeccionando desde la transición a la democracia: el fraude electoral.

EL FRAUDE: UNA HISTORIA DE LARGA DATA

En una democracia, las contiendas electorales permiten la proliferación de candidatos que disputan los puestos de elección popular, la repetición de consignas triunfalistas, las críticas fundadas a los partidos mientras ejercieron el poder, a los planes de gobierno y al desempeño ético personal y partidario; inclusive, abundan las típicas canciones electorales que le introducen un ambiente festivo al proceso, los vivas emocionados a sus favoritos y hasta la colocación de banderas en lo más alto de las casas o en los mismos vehículos en que se desplazan. Lo que no está permitido en una democracia son tres elementos que han aflorado en este proceso: a) intentar hacer fraude para ganar o para evitar que otro gane en los comicios, b) meter en la contienda a personajes que no son bienvenidos en la política, como militares, pastores/sacerdotes y periodistas, mientras desempeñan sus trabajos y c) acudir a gobiernos de otros países pidiendo intervención en los asuntos internos de nuestro país, lo que implica abierta violación de la soberanía. Militares y pastores/sacerdotes tienen prohibición expresa de la Constitución, los periodistas no la tienen porque su función supuesta es informar y no dar opiniones que puedan influir en los lectores, oyentes o televidentes, aunque en la práctica sucede todo lo contrario.

En una verdadera democracia los candidatos deben tener un mínimo respeto a sus adversarios, un apego estricto a la ley electoral y una buena actitud ante los resultados; ya se sabe que solo uno será el ganador o ganadora y que los otros, por ser perdedores, deben estar dispuestos a reconocer el triunfo del que resultó favorito. Pero si existe un candidato que se inventa un triunfo con más de 4 millones de votos, y termina creyendo que eso es cierto, éste se convierte en un potencial factor de desestabilización porque argumentará que le ganaron con fraude, sin tener ninguna prueba más allá de la imagen de ganador que le devuelve el espejo cada mañana cuando le pregunta: “espejito, espejito: ¿quién es el favorito?”

Para garantizarle transparencia, confianza y credibilidad a los electores, existen dos instancias clave: el Consejo Nacional Electoral (CNE) y el Tribunal de Justicia Electoral (TJE) integrados, desafortunadamente para la confianza ciudadana, por representantes de los principales partidos en contienda, en este caso de los partidos Liberal, Nacional y Libertad y Refundación. Todos ellos se desempeñan en función de los intereses de sus respectivos partidos y no de los intereses generales de la sociedad, situación que facilita dos situaciones explosivas: a) la presión de los partidos a través de sus máximas autoridades y b) la presión de los candidatos y de las fuerzas políticas y económicas que están detrás de ellos. Esta combinación de presiones provoca la toma de decisiones en una instancia (el CNE) lo que obliga a algunos a acudir en auxilio a la máxima instancia (el TJE) en donde igualmente se activan las presiones para provocar decisiones a favor o en contra, más allá de lo que estipula la ley electoral y con el argumento de que tienen un fuero que les impide enfrentar cargos ante la justicia. Los integrantes de estas instancias están encargados de cuidar el proceso electoral, pero si ellos no respetan lo estipulado en la ley, la pregunta clave es: “¿QUIÉN CUIDA A LOS CUIDADORES?” Si una de las consejeras queda expuesta como la operadora del fraude en el CNE y dos de los Magistrados del TJE se ponen de acuerdo para dar un fallo favorable aunque este vaya contra la ley y sus procedimientos, es lógico preguntarse a quién le corresponde corregir lo que no se hizo bien y darle a la ciudadanía las necesarias garantías de transparencia en los resultados electorales.

La situación se complica ante dos hechos fundamentales que nos permiten entender lo que sucede realmente en las instituciones electorales a raíz de los escándalos de los últimos días: a) EL OBJETIVO CENTRAL DEL BIPARTIDISMO (PL/PN), que los vuelve socios y cómplices es impedir, a como dé lugar, que LIBRE gane las elecciones, porque este partido es “el tercero en discordia”, es decir, es el que vino a alterar el pacto de gobernabilidad que les permitió alternarse con facilidad en los máximos cargos de las instituciones nombradas desde el Congreso Nacional como la Corte Suprema de Justicia, Ministerio Público, Tribunal Superior de Cuentas, Tribunal Supremo Electoral, Comisionado Nacional de los Derechos Humanos y otros, lo que significaba rotación de los partidos en función de quién ganaba las elecciones; b) EL FRAUDE O MANIPULACIÓN DE LOS RESULTADOS ELECTORALES. El pacto del bipartidismo que los convirtió en socios y cómplices se concretó también en el CNE y desde ahí, de forma sistemática, cínica y descarada, manipularon siempre los resultados electorales a nivel presidencial y negociaron la cantidad de diputados y alcaldes que sacaría cada partido, favoreciendo a unos y perjudicando a otros, dependiendo de su cercanía con el ganador quien automáticamente se convertía en el gran negociador de los resultados.

La aparición de LIBRE en el escenario político vino a alterar el pacto y a convertirse en la piedra que les impediría seguir haciendo de las suyas sin ninguna interferencia. A ello se suma la incomodidad de los empresarios acostumbrados a hacer los grandes negocios con el Estado a través de la compra de medicinas, armas, uniformes y más, preocupados ahora con la amenaza de hacerles pagar los impuestos de los cuales se salvaron en la época de JOH, todo lo cual nos avisa de los grandes intereses que se juegan detrás del gran objetivo del bipartidismo de cara a las elecciones generales del 30 de noviembre.

POR LAS BUENAS O POR LAS MALAS, CON CUARTELES O CON IGLESIAS

En las negociaciones de la transición a la democracia, a inicios de los años 80, liberales, nacionalistas, empresarios y militares coincidieron en que las Fuerzas Armadas debían ser garantes del juego político electoral considerando la fragilidad del sistema de partidos y, en función de ello, otorgaron constitucionalmente a los militares tres FUNCIONES POLÍTICAS que nunca debieron incluirse pero que, de una u otra manera, se convirtieron en muro de contención para las ambiciones personales de los caudillos de la época. Ellas son: mantener a) el imperio de la Constitución, b) los principios de libre sufragio y c) la alternabilidad en el ejercicio de la Presidencia. En consecuencia, desde un mes antes de las elecciones las Fuerzas Armadas pasan a disposición para “garantizar el libre ejercicio del sufragio, la custodia, transporte y vigilancia de los materiales electorales y demás aspectos de seguridad del proceso” (artículo 1, Constitución de la República, 1982).

Dada la función arbitral otorgada a las Fuerzas Armadas por el mismo bipartidismo, la actitud subordinada y servil de los diferentes presidentes, liberales y nacionalistas, hacia los hombres de uniforme fue simplemente vergonzosa; de forma sutil o descarada los líderes de ambos partidos realizaban movimientos coquetos al interior de la institución armada para contar con ellos “en caso de necesidad”. Los militares se convirtieron en brazo armado del partido Nacional mediante coincidencia ideológica y más de alguna prebenda a los altos jefes militares, como en la época de Pepe Lobo y JOH. El partido Liberal, por su parte, experimentó un retroceso sistemático y una actitud subordinada a los militares durante los años 80, los años más duros de la represión ideológica compitiendo con los nacionalistas por alcanzar la simpatía castrense. Lo interesante del caso, digno de una gigantesca carcajada, es que hoy, en plena guerra bipartidista para impedir el triunfo de LIBRE y ante su impotencia por controlar la cúpula de las Fuerzas Armadas, empezando por el Jefe del Estado Mayor Conjunto, han salido los ultraconservadores del bipartidismo, con olor a naftalina y a golpismo viejo y trasnochado, a presionar por un golpe de barracas que saque al actual jefe para poner a uno de los suyos, a exigir que salgan “a defender la Constitución de la República” amenazada por un comunismo que solo existe en sus cabezas perturbadas por la telarañas de la guerra fría. Los que le otorgaron funciones políticas a las Fuerzas Armadas, creyendo que siempre serían sus socias, les cuestionan ahora que cumplan con las mismas en el proceso electoral porque no coinciden con sus intereses políticos coyunturales y porque no se prestan a salir fusil en mano, escudo delantero y daga entre los dientes a realizar el lamentable papel de gorilas que interrumpen el orden constitucional. Más allá de los desplantes discursivos del gran jefe castrense y más de algún vestigio del desprecio militar hacia los “civilones” (políticos, periodistas o simples mortales), que en nada abonan a su papel de árbitros ecuánimes y serenos ante el desmadre del bipartidismo, podemos afirmar que las Fuerzas Armadas se han salvado “de puro milagro” de sucumbir en esta coyuntura al fanatismo ultraconservador de nacionalistas y liberales, con sus líderes energúmenos (fuera de sí, violentos, fanáticos, exaltados, irracionales, RAE) que presienten su derrota del próximo 30 de noviembre.

Resignados a no contar con los militares para cumplir su objetivo principal, liberales y nacionalistas acuden entusiastas a buscar la sombra nefasta de los pastores evangélicos que insisten una vez más, obsesionados con una época de bonanza que ya pasó, en juntar religión con política para satisfacer sus intereses más prosaicos y sentirse más cerca del poder terrenal ya que el poder celestial no es suficiente. Lo más inconcebible de este hecho es que los más entusiastas con este acercamiento entre lo sublime y lo prosaico son los advenedizos del partido Liberal y su séquito de seguidores quienes, por supuesto, desconocen o se olvidan de la herencia morazánica, esencialmente liberal, que plantea la separación entre iglesia y Estado para evitar que aquella imponga dogmas en la vida pública y para asegurar la libertad de pensamiento y de prensa, y la educación pública laica. De igual manera, ambos, liberales y nacionalistas, irrespetan el artículo 77 de la Constitución de la república que plantea: “se garantiza el libre ejercicio de todas las religiones y cultos sin preeminencia alguna, siempre que no contravengan las leyes y el orden público…” y mucho más la parte final de ese artículo que expone con precisión inconfundible: “los ministros de las diversas religiones, no podrán ejercer cargos públicos ni hacer en ninguna forma propaganda política, invocando motivos de religión o valiéndose, como medio para tal fin, de las creencias religiosas del pueblo”. En un verdadero Estado de derecho ya estarían haciendo fila ante los tribunales los pastores que le hicieron coro al candidato del partido Liberal, que de liberal no tiene nada, cuando anuncia, fascinado por más de un pastor pícaro, la creación de un instituto de la fe que anuncia será dirigido por todos ellos quienes se regodean entusiastas en la foto pensando en el presupuesto que manejarían y en las puertas del Estado que les abre un antiliberal y verdadero ignorante de la Constitución que desconoce la importancia de mantener a las iglesias lo más lejos del Estado para no salir contaminadas de la corrupción que corroe sus instituciones.

REFLEXIÓN FINAL

Este proceso electoral nos presenta un desfile de políticos ultraconservadores, provincianos, pícaros, ambiciosos, cínicos, irrespetuosos de la Constitución, tramposos y fraudulentos. Aunque este perfil calza muy bien con el partido Nacional, observamos un fuerte competidor en el partido Liberal de los advenedizos y de su equipo de seguidores que ofenden sus orígenes auténticamente liberales. Ahora resulta que los candidatos del bipartidismo sesionan en la iglesia Vida Abundante del pastor Evelio Reyes de señas conocidas y del que Antonio Machado diría con propiedad poética: “aquel trueno, vestido de nazareno”; al unísono, figuras de ambos partidos llaman a los militares a salir a defender la democracia; sueñan con que al máximo jefe militar le dé un infarto y reniegan de las funciones constitucionales que ellos mismos les otorgaron; más de algún loco o loca salido de su jaula grita con la osadía que da la ignorancia: ¡con los pastores al poder!; vamos a inculcar valores religiosos en lugar de valores ciudadanos, amenazando con traer los buques gringos que apuntaban hacia Venezuela y que regresan a sus aguas sin la ansiada invasión, para desgracia de los vendepatrias criollos. Esos políticos del bipartidismo trasnochado lo han intentado todo para recuperar el control del proceso y asegurar el triunfo electoral por las buenas o por las malas, con más de algún militar picarito, un grupito de pastores codiciosos, una consejera tragicómica, unas diputadas al Congreso que dan pena y unos analistas que parecen jinetes del apocalipsis irradiando bilis, todos ellos proclamándose firmes defensores de una democracia de la que no saben nada.

Un partido político seguro de que va a ganar las elecciones dejaría de inventar encuestas, de procurar alianzas de última hora, buscar la bendición de los pastores, sonsacar a los militares, tocar a las puertas de la Embajada y encomendar a la Consejera que les organice el fraude de los votos rurales en su versión 2. Al contrario, sus candidatos se sentarían cómodamente en sus asientos, se relajarían con un jazz suave, sonreirían triunfadores y esperarían respetuosos, como buenos demócratas, los resultados favorables del 30 de noviembre. Pero algo en su interior les dice suavemente que eso no va a pasar…

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